viernes, 1 de marzo de 2013

SOCIEDAD JUSTA: Ecología y Ciudad.



La ciudad más grande es la que mis pasos crean al caminar. Anónimo.
Es una reflexión sencilla en su forma, pero realmente densa en su trasfondo. Define de forma preclara cual es el sentido de ciudad a escala humana, ecológica y sostenible.

Es el ser humano, el ciudadano, quien debería ser el modelo de referencia para configurar su ámbito de vida y la relación con sus vecinos. Por tanto, es necesario buscar fórmulas de participación del individuo en las tomas de decisiones, de tal forma que las propuestas de ámbito urbano no estén disociadas de las verdaderas necesidades y deseos referenciados a su lugar de residencia.

Para muchas opciones políticas, la relación de la ciudadanía con la construcción y evolución de la ciudad ha sido y sigue siendo algo poco relevante y carente de interés. Tan solo se ha entendido la vertebración de una urbe como la sucesiva recalificación de terreno, la construcción sobre el mismo y la posibilidad de rendimientos impositivos relacionados con el proceso. Si bien la vivienda es un derecho por sí misma, los espacios comunes no fueron ni son entendidos como parte del desarrollo básico del individuo…

La llamada vía pública ha sido escenario de las más absurdas propuestas arquitectónicas, condicionadas y abonadas por la megalomanía de los gobernantes de turno. Espacios cuya utilidad debía ser tutelada por el sentido común, se han convertido en lugares que lejos de facilitar las relaciones humanas generan distancias sociales.

Un urbanismo lógico debe establecerse desde las emociones sencillas, con sentido de trascendencia práctica, aseverando la sensación de propiedad de lo público por parte de la vecindad. El arte de la prudencia es necesario para evitar que la ciudad, nuestra casa, se convierta en un escenario donde se inauguren aberraciones con pretensiones de lucimiento y reconocimiento de los gobernantes de turno.

No es tan complicado establecer criterios de racionalización de nuestro entorno. Al margen de discursos inflados de contenido y de difícil realización, el tratamiento de nuestras calles, plazas y espacios naturales debe basarse en una inversión racional y sostenida. En paralelo a ello, políticas educativas incorporarán al adn ciudadano la irrenunciable necesidad de respetar y proteger lo que siendo de cada uno pertenece también a todos…

En conclusión, inversión que dote poco a poco de valor natural a la ciudad, limpieza, criterios de sostenibilidad de los servicios, normativas locales racionales cuyo cumplimiento se tutele y una imposición clara de una idea: ningún órgano de gobierno tiene el usufructo de la ciudad. La calle, entendámoslo, es nuestra.

POLITICA ES MORAL

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